lunes, 26 de mayo de 2008
Assylum
Una voz casi húmeda atravesó mis oídos y golpeó mis tímpanos al llegar a ellos.
- Sal de aquí Joshua. Es tiempo de que vengas conmigo.
Las paredes comenzaron a hacerse pequeñas, a aplastarse. Se contraían más cada segundo que esperaba con la puerta abierta sin salir de mi habitación. Comencé entonces a gritar y a golpear los acolchonados para que dejaran de desaparecer. Caminé a gatas hacia la puerta, que era el único punto de luz en todo el sitio. Ardid debía desaparecer, ya no la amaba más, no amaba sus ojos abiertos ni las manos largas que parecían tocar el infierno con solo estirarse hacia mí. Ya no amaba la fiebre que asaltaba sus mejillas cuando me tomaba de la espalada, ni el peso que podía parecer mil toneladas si ella lo deseaba.
Ardid estaba parada frente a la puerta pidiendome que escapara; yo, en sentido no iba a hacerlo. Ella era la mujer más perfecta y maldita que conocía. Pero Leonardo me mantenía en este mundo, en el real, ya no en el de ella. Yo, ya no le pertenecía, pero Ardid no iba a dejarme libre, me llevaría con ella de regreso a los espejos. Un segundo antes de ser asesinado por las paredes que se contraían, me arrojé sobre su cuerpo con la intención de acabarla con su belleza fatal y su mundo de ilusiones.
-Joshua, ¡detente, soy María!... Joshua, despierta!
Ardid parecía no ver mis intenciones mientras me arrastraba para escapar de aquel lugar, me sonrió desde la puerta y comenzó a gitarme:
-Anda hombre, muévete, que ¿acaso no quieres besarme?... ¿te parezco fea?, es eso verdad ¿es eso imbécil? Tanto que he hecho por tí y me lo pasgas con esos ojos iracundos de niño asustado! Bah!! ven Joshua, acércate.."
The Old Sheme Sanatorium
domingo, 4 de mayo de 2008
Pausas- (Esperando tu ausencia)
No. Nunca un amor igual al mío,
tal vez como decías:
Más, menos...
Jamás de la misma forma.
Por eso me ama sólo tu sombra,
ya no más la entraña.
Por eso el eco de mi voz te extraña,
Y mis manos te hablan.
Por eso en las horas
huyo para verte:
Por no entenderte.
De tanto quererte...
De ahogarme, de saberte.
Aunque quizás el fuego
te ame más que mi soledad,
Aunque quizás el suelo
acaricie tus pies al pasar,
Tal vez el hambre te acose en la mañanas,
y la madera caliente más que mi frialdad.
Ensimismada, traslocada, ahogada
de papeles y letras no tan humanas.
Sedienta de piel y sol.
Saciada o harta del amor.
Esta noche sentada en el borde de tus uñas,
caminando sobre el agua de recuerdos
no tan almas,
Esta noche, ensimismada.
Despellejada.
Insomne.
Porque los humanos tienen precio.
y pagar las horas con besos,
es una tontería.
Un amor,
Un amor, cariño...
un amor al borde del vacío,
un amor jamás igual al mío,
Más, menos...
Como decías.
Jamás como amo a tu sombra,
Jamás con la voz
que te grita mi silencio.
miércoles, 23 de abril de 2008
Xavier Villaurrutia- Amor Condusse noi ad una Morte
Amar es reconstruir, cuando te alejas,
Amar es una cólera secreta,
Amar es no dormir cuando en mi lecho
Amar es escuchar sobre tu pecho,
Amar es absorber tu joven savia
Amar es una envidia verde y muda,
Amar es provocar el dulce instante
Amar es una sed, la de la llaga que arde
Amar es una insólita lujuria
Pero amar es también cerrar los ojos,
miércoles, 16 de abril de 2008
Canción Desesperada- Pablo Neruda-
domingo, 30 de marzo de 2008
Planeta Caos
Inocente, quizás más tibia y más humana que la frialdad de tus piernas. Te ví en un aparador de satines y lámparas de encaje, plástica, senos de goma, cerebro vacío; el día que me canse de tí te pondré en el armario, armaré un requiem de palabras para la vida que nunca tuviste. Vestida de rojo, mirando pasar a los hombres sin mover la cabeza. Ladrona de miradas artificial, como la luna. Mujer plástica, cabello rubio de Nylon. Ayer te ví en la misma calle detrás del cristal, sin embargo, sé que un día me dejarás de esperar.
Furibunda
I
Había una vez, no, mejor dicho. Habían unas veces, una niña llamada Furibunda Psicópata; tenía además de ese, mil nombres más que la gente y ella misma había adoptado para vivir en Ciudad Escombros, cerca de los suburbios de País Caos. A Furibunda le gustaba comer chocolates y tenía manías frenéticas como todos los terraplaneros, leía cuentos de hadas y creía firmemente que los Ogros o las ardillas voladoras comeniños (cuervos) dominarían al planeta.
Furibunda, además de planes para asesinar filibusteros y cumplir con el códico de honor pirata, tenía ideas, esas traslocaciones que originaban el Beso Primigenio, que como el Big Bang había hecho explotar la nada para convertirla en un cuento. A Flint,(otro de sus nombres) le gustaba vivir e-na-mo-ra-da; aún cuando esa palabra de 9 letras y 5 sílabas le era incomprensible.
Unas mañanas amanecía con las ganas incontrolables de degollar una nube y comerséla como cazador de recompensas, otras, se daba cuenta de que en vez de llorar sal como todas las personas, ella lloraba azúcar y caminaba sin rumbo esperando las cosas jamás llegaran a su límite llamado, país, familia, hora, día, piel...
Lluvia
Ya te mojaste hasta los calzones, -mira mira, desde aquí se puede ver el fin del mundo ¿no te gustan las lucecitas sobre las casas?-
-María, bájate de la azotea puedes caerte. ¿Con quién hablas, niña?
-Con Lluvia mamá.
-Lluvia no existe ni tampoco los aliens que se ponen en tu ventana de noche. Ahora, bájate de la azotea.
domingo, 16 de marzo de 2008
En la Puerta
"He visto aterrado desde el rincón de un cuarto
el horizonte que se abre en vértigo que espanta.”
Hugo Garduño
El día que yo estaba loca, ella se despertó entre mis sábanas, la miraba constante y callada como un recuerdo innecesario que se niega a marcharse. Así, incontable e incontenible, con esa voz que nada dice con tantas palabras. Estaba metida en mi cabeza, o en los pliegues llenos de risa de mis ojeras ganadas a pulso por tanto mirar la luna.
Estaba en los caminos de las paredes, en el insomnio, en el agua, en el respirar del gato que desesperadamente quería asesinar. Como a ella, como a todos los anteriores en esa lista inmensa de pieles que se caían con la luz de la lámpara de noche. María, Cristina, Van Gogh, Artaud, Alejandra, Alfonsina, Sade.
Ella los amó, como yo, con los ojos inquietos de niña, con la rabia partiendo la calma y las horas verdugos de silencio. Estaba despierta con los ojos cerrados y dormía caminando entre la gente de día.
Extraña, o tal vez, extraño… si, extraño mirarla sin hacer nada tirada en la puerta de la habitación, esperando el remedio de los dioses, o el verso suicida que terminara con la hipnosis. O el labio ardiente que la transformara en fantasma, o la duda que la dejara desnuda junto a la luz parda que se colaba por las rendijas. Pero nada pasó nunca, por lo menos nada que la transformara en mariposa azul, sólo las horas, que llenas de polvo la convertían en la Furia.
La Furia tenía ojos brillantes, y esa mirada lúcida que sólo tienen algunos locos antes de ver demonios. La piel parecía rígida y fresca, casi comestible. Viva en los rincones de la puerta donde esperaba mi regreso. Y los labios, espadas amenazantes con las comisuras duras enfundando perlas letales.
Me miraba fijamente, en la espesura de la alfombra que se atoraba con los calcetines, ella, que como ser mitológico retumbaba en mis oídos para convertirse en grito de animal herido. Tenía hambre siempre, en las mañanas de violencia y en las noches de amor, como una bestia. Tragaba los pedazos de mi alma que se entregaba noche a noche hasta lograr cansarla, pero jamás saciar por completo el hambre.
El día que la invité a quedarse, no imaginé lo que era realmente. Su respiración pareció llenarse en el hueco de la almohada y su voz rebotó en mis tímpanos para hundirse en mi boca, meterse en mi garganta y explotar en el pecho volando en segundos la retina para hacer salir lágrimas.
La miré tristemente, sola en la puerta. Tranquila, como un manso peligro lleno de pecados rojos. No huí aunque mi cerebro gritaba hasta quedarse afónico que lo hiciera, y sentí el más profundo miedo que se puede tener. Mi piel se quebró, mis manos temblaban y sudaban la dejé entrar. Ella caminó lentamente, se asomó por la ventana y golpeó las paredes como en un sueño, levitando sin prisa y en un espasmo tomó la postura de siempre y comenzó a decirme poemas, tirada junto a la puerta, tan dócil que sus piernas parecían inservibles, que sus ojos tornaron de bondad y el mundo detrás de la puerta era insufrible sin las palabras.
Afuera, el trabajo, la universidad, la misma gente de todos los días, uno siempre igual al siguiente y al anterior. Adentro, ella y esas caricias infinitas de poesía. A cambio del cuerpo, de darle unos segundos el placer de tocar el piso, de sentirse de piel y hueso, tropezar con el dolor de mis cabellos y las retinas llenas de terror.
La Furia convirtiéndome en ella cada noche sin notarlo yo misma, salí por la mañana, pero el último trozo de mi alma sin ella fue tragado; un vacío recorrió todo el día mi estómago, en las calles la gente parecía reflejos. Parecían algo distinto a mí. Abrí la puerta y en la alfombra no la hallé tirada con las piernas inservibles, no la hallé distraída en el paso recitando poesía, entré al baño, me miré en el espejo y fue ahí donde la encontré. Con la piel llena de pecados rojos, con mis piernas tocando el piso, y esos ojos que sólo tienen la lucidez de un loco al mirar un demonio.